Como logré que mi hijo ame la lectura. - primera parte
Así empezó todo.
Quiero contarles una historia. Quiero contarles sobre el loco proyecto que me propuse llevar a cabo. De las ideas iniciales y los resultados finales, los aciertos, los tropiezos y de todo el tejido de historias y misterios que puse en marcha, solo para iniciar a mi hijo en la lectura de una manera divertida.
Como padres tenemos la enorme responsabilidad de influir positivamente en nuestros hijos. A menudo debemos tomar decisiones y actuar en consecuencia, esperando que eso sea lo mejor para nuestros pequeños. Desde la educación hasta la música inclusive, pasando por la religión, los deportes y las buenas costumbres; lo que sea que les hagamos llegar en su temprana edad, los formará de un modo u otro. En fin, son muchas la razones por las que conviene que el niño tenga una lectura fluida desde pequeño. Hace cuatro años, cuando Mateo tenía apenas seis añitos, me propuse seriamente la tarea de iniciarlo en el apasionante mundo de la literatura.
Y es que para mí, leer, escribir o estudiar debería ser siempre un momento placentero. Aunque de pequeño aquellas actividades permanecían ligadas a desagradables experiencias. Hoy, ya con cuarenta y tres años me preocupo mucho porque todos esos momentos sean siempre muy agradables. Es común, por ejemplo, que me encuentre leyendo o escribiendo en algún café, durante un largo viaje o en la paz del campo (siempre que la familia y el tiempo me lo permitan). A demás de mis hijos (Mateo de diez y Sofía de veinte) existen pocas cosas que me brinden mayor felicidad.
A continuación dedicaré esta sección del blog a contar, paso a paso, de qué manera interesé a mi hijo en la lectura. Valiéndome de fotos y videos, les contaré: la planificación, la implementación y los resultados de este hermoso proyecto. Desde un principio comprendí que la mejor manera de transmitir algo, ya sean valores, conocimientos o simples ideas; es a través del liderazgo y claro, si eso se hace de manera ludica pues, mucho mejor. También, sabía que el liderazgo se logra con empatía, confianza y buenos ejemplos. Entonces, para hacer que Mateo se entusiasme con la lectura pensé en crear una historia llena de acertijos, claves y enigmas. Además, debía contar con las siguientes características: La historia tenía que ser escrita. Tenía que transcurrir en la misma zona en la que vivimos (Ushuaia, Tierra del Fuego). Solo podía acceder al siguiente capítulo leyendo y resolviendo los enigmas al final de éste. Y por último, nadie que no fuera él podría intervenir en la resolución de las pistas.
Para el cuento elegí modificar un viejo proyecto que, en su momento, había comenzado a escribir para mi hija. Se trataba de "Los hacedores de sueños", unos duendes que vivían en el centro de una gran montaña hueca, donde cultivaban y cuidaban de los sueños o mejor dicho, las ideas de todas las personas. Su misión consistía en ayudar a concretar estas ideas, cuando ya estaban maduras. Pondré el primer capítulo al final de esta introducción. No tardé en comprender que el objetivo al que aspiraba, aunque noble, no era lo más adecuado para una persona con una pésima educación formal y grandes falencias de ortografía y puntuación. Mi situación laboral no me brindaba el panorama más adecuado como para poder subsanar estos problemas de fondo. Me vi obligado pues, a solucionarlo de maneras creativas y en ocasiones incluso algo tramposas. Aquí les cuento como.
Mateo se entera del primer capitulo:
Lo primero fue enseñarle a Mateo algunas cosas que le ayuden a resolver el primero de los enigmas. Por ejemplo: los números primos, la resolución de operaciones con paréntesis y la secuencia Fibonacci. Todo se lo mostré como un juego, como una curiosa manera de ver las cosas. También, le hice escuchar un fragmento del cuento que había hecho grabar en formato de audio libro y que les adjunto aquí. Luego, encargué a un artesano local, la confección de dos colgantes grabados en su interior y que al juntarlos formaban la palabra “MELANCOLíA 1”. Compré un pequeño cofre de madera al cual le grabe unas runas y adentro le puse una de las dos mitades del collar. Por último, solicite la complicidad de su maestra para que, con cierta teatralidad y en medio de la clase, le entregase un papel con ejercicios matemáticos que él debía resolver. La maestra cumplió al pie de la letra y cuando Mateo resolvió las operaciones, ella le entregó el cofre. Mateo presumió. Cuando fui a retirarlo del colegio estaba esperándome ansioso y con un millar de preguntas.
Un paso adelante
La elaboración del primer capítulo supuso mucho más trabajo del que yo había previsto. Para empezar, busqué asesoramiento sobre técnicas de narración y entonces entendí dos cosas. La primera, que tendría que reescribir todo de nuevo; estaba todo mal. La segunda, que el dejar un misterio para resolver al final, me obligaría a trasladarme, como mínimo, dos veces hasta el sitio. Una, para estudiar el escenario y escribir sobre él. Luego, para esconder allí el siguiente capítulo. Y por último, acompañando a Mateo a resolver el acertijo y encontrar el siguiente tramo de la historia. En la mayoría de las ocasiones, lo leía en el auto, de regreso a casa).
Runas en la biblioteca.
Pensé que no habría mejor lugar para empezar este proyecto que la biblioteca. La de nuestra ciudad es la Biblioteca Popular Sarmiento. Estaba seguro que si la incorporaba, como el lugar mágico y sagrado que es, Mateo quedaría maravillado. Varias fueron mis visitas previas investigando el significado de las runas. Fastidié también, no pocas veces a los bibliotecarios y a la subdirectora, Maria Eugenia De´Santo, quien tubo la amabilidad de escuchar mi loco proyecto y ayudarme a buscar un libro, que me permitiese esconder el primer capítulo del cuento para Mateo.
Después de consultar varios libros sobre runas, Mateo logró convertir aquellos símbolos en un código único de biblioteca o (CUB) que lo llevó directo hasta el libro, donde yo le había escondido el primero de los capítulos. Ese momento fue único y su carita impagable. El instante en que Mateo se sentó a leer con tanta emoción aquello que yo había escrito para él; eso no me lo olvidare jamás.
Después de consultar varios libros sobre runas, Mateo logró convertir aquellos símbolos en un código único de biblioteca o (CUB) que lo llevó directo hasta el libro, donde yo le había escondido el primero de los capítulos. Ese momento fue único y su carita impagable. El instante en que Mateo se sentó a leer con tanta emoción aquello que yo había escrito para él; eso no me lo olvidare jamás.
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