Capítulo 1 Perdido en la noche

Cuando Deic recobró la conciencia, todo estaba en absoluto silencio, en una total oscuridad y la cabeza le daba vueltas sin parar. Entre tanta confusión, podía oír, las siguientes palabras, borrosas y confusas, que se repetían, como un eco lejano de viejos y dolorosos capítulos de sus recuerdos: "te amo Freo Deic", te amo Freo Deic".

Fue entonces cuando la terrible incertidumbre de no saber con exactitud, dónde se encontraba y menos aún, cómo había llegado a ese lugar, se apoderó de él. Intentó, desesperadamente recordar algo de lo sucedido pero no logró absolutamente nada. Ocasionalmente venían a él, borrosas y aisladas imágenes, como destellos fugaces de una inesperada lucha o quizás, de un terrible susto. La densa oscuridad continuaba rodeándolo minuto a minuto. Un insoportable dolor de cabeza no le permitía pensar con claridad. Pese a encontrarse muy mareado y confundido, Deic, continuaba esforzándose por encontrar recuerdos próximos que le diesen, alguna idea más clara, del lugar en el que se encontraba. Percibía, sin embargo, algunos sonidos lejanos y apagados, pero que aún no llegaban con total claridad. 

Las lágrimas acumuladas en la comisura de sus ojos y la espesa oscuridad no ayudaban para nada. Inseguro y aún tembloroso intentó valerse de sus manos para explorar torpemente, el espacio que lo rodeaba. Agitaba sus brazos y manos en un esfuerzo por buscar algo que le diera una idea del entorno que lo rodeaba. Había comenzado por su lado derecho y de inmediato sus dedos habían encontrado lo que sin dudas, era una pared de tierra húmeda, tan alta como hasta donde su brazo podía alcanzar a tocar. Pudo advertir también, algunos tallos frescos de vegetación en su parte superior. 

Con temblorosas manos continuó la frenética exploración. Trazaba un medio círculo que iba de derecha a izquierda, sin que sus manos sintieran nada más, que un frío vacío recorriendo sus dedos. De pronto, justo antes de terminar el recorrido, sus manos rozaron algo que lo obligó a reprimir un grito. Se estremeció y todo su cuerpo se tensó por completo. 

El terrorifico Ñuck


Sus dedos habían tocado un pelaje áspero y sucio.  También percibió, al mismo tiempo, él intenso y característico hedor rancio y acre, que caracterizaba a la peor pesadilla de los duendes. Sentía el pulso acelerado y la respiración inestable y superficial. Deic, se encontraba paralizado, al saberse insoportablemente cerca, de algo tan despreciable como improbable! Era Improbable, porque ningún duende había sobrevivido jamás al encuentro con aquellas bestias. Era improbable, porque esas endemoniadas bestias, solo existían en otra dimensión, dimensión en la que solo los duendes guardianes de sueños, podían entrar, siempre acompañados por algún guerrero de la escuadra azul. Nunca nadie, nadie, había visto uno tan de cerca y había sobrevivido para contarlo. Aquellas bestias se conocían por el nombre de Nuck. Existían con el único propósito de cazar y exterminar a los duendes protectores de sueños, esas bestias podían olerlos a kilómetros de distancia y entonces: resultaba muy difícil escapar de ellas. Simplemente, no se detenían jamás hasta no darles caza.  Deic concluyó entonces, que si él, aún se encontraba con vida, la bestia debía de estar, indudablemente muerta, entonces decidió, no permanecer ni un solo segundo más junto a esa horrible máquina de cazar y matar. 

El intenso dolor que experimentaba, le obligaba a mantener la cabeza gacha y sus ojos fuertemente cerrados. Todavía se encontraba muy agitado y agudas punzadas de dolor en el pecho lo obligaban a respirar con dificultad. Ordenar los pensamientos parecía ser una tarea sencillamente imposible, pero Deic, sabía muy bien, que se encontraba completamente solo y que esta vez, nadie lo sacaría de aquel desfavorable escenario. Solo e indefenso en la inmensa noche, hizo acopio de todas sus fuerzas e intentó concentrarse; necesitaba calmarse. De a poco fue recuperando el normal ritmo de su respiración, pasado unos minutos se sentía más en calma y finalmente pudo comenzar a meditar como sus maestros se lo habían enseñado. Luego de algunos minutos cuerpo y espíritu se encontraban nuevamente en paz, el dolor que su rostro expresaba, había disminuido notablemente, poco a poco fue relajando los tensionados ojos, que finalmente, pudo abrir. Entonces pudo ver cómo el espacio que lo rodeaba comenzaba a recuperar la habitual nitidez y también como el sentido de las cosas se iba ajustando lentamente a la realidad. Ahora Deic, se encontraba más calmo y con sus los bien abiertos. Decidió esperar unos minutos a que sus ojos se adecuaran a la escasa luz.

Al comenzar a percibir las primeras imágenes, no pudo evitar voltear lentamente a su izquierda, para así poder ver aquello que sus dedos habían descubierto momentos antes. La tenue claridad nocturna le reveló que justo a su lado, se encontraba un cuerpo gigante y peludo que yacía tendido sobre una roca cubierta de sangre. Unos afilados colmillos y finalmente, unas amenazadoras y afiladas garras, también cubiertas de sangre. No logró reprimir el asco, el miedo lo dominó y en un acto reflejo, intentó incorporarse de un solo salto, pero no lo logró. Las adormecidas piernas le fallaron y otra vez quedó torpemente sentado en un suelo que esta vez, se le antojó, húmedo, acuoso y muy frío. Recién entonces comprendió que se encontraba en algún cauce de agua poco profundo, muy frío y poco correntoso. Pese al fracasado intento por salir de allí, experimentó cierto alivio y tranquilidad pues sabía bien, que el poder sentir algo en sus extremidades, aunque fuese tan doloroso e incómodo, era sin dudas, señal que la falla de sus piernas sería, sólo temporal. Algunos minutos mas tarde, se disponía a intentarlo nuevamente, cuando esta vez, lo detuvo una inesperada sensación. Un tibio líquido, recorría toda su espalda hasta llegar a la cintura, no tardó en comprender que se trataba de su propia sangre y que necesitaba saber, lo antes posible, de que parte de su cuerpo brotaba. Decidido a no perder nuevamente el equilibrio, usó la mano que aún conservaba los cinco dedos, para sujetarse con más firmeza, de una raíz. Ésta asomaba desde las márgenes erosionadas por las fuertes corrientes provocadas por una poderosa cascada que se precipitaba violentamente desde las alturas y se estrellaba a solo unos metros de allí. Entonces, sujetando la raíz con su mano izquierda, usó la derecha, para palpar suave y metódicamente toda su cabeza, hasta descubrir con alivio, que se trataba de una simple herida superficial, ubicada en la parte anterior y que al parecer, no tardaría en cicatrizar. Cuando Deic, terminó de auto examinarse, jaló firmemente de la misma raíz y tambaleándose, logro ponerse lentamente de pie y se dispuso a salir de aquel helado río. Buscó pacientemente, algún lugar, donde poder apoyar su pie derecho y luego de varios intentos, por fin, logró el sustento necesario y entonces, con todas sus fuerzas o más bien con las pocas que le quedaban, logró impulsarse y salir de ahí, justo antes de que la raíz se rompiera.

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