Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como En progreso

Como logré que mi hijo ame la lectura. - primera parte

Imagen
Así empezó todo. Quiero contarles una historia. Quiero contarles sobre el loco proyecto que me propuse llevar a cabo. De las ideas iniciales y los resultados finales, los aciertos, los tropiezos y de todo el tejido de historias y misterios que puse en marcha, solo para iniciar a mi hijo en la lectura de una manera divertida. Como padres tenemos la enorme responsabilidad de influir positivamente en nuestros hijos. A menudo debemos tomar decisiones y actuar en consecuencia, esperando que eso sea lo mejor para nuestros pequeños. Desde la educación hasta la música inclusive, pasando por la religión, los deportes y las buenas costumbres; lo que sea que les hagamos llegar en su temprana edad, los formará de un modo u otro. En fin, son muchas la razones por las que conviene que el niño tenga una lectura fluida desde pequeño. Hace cuatro años, cuando Mateo tenía apenas seis añitos, me propuse seriamente la tarea de iniciarlo en el apasionante mundo de la literatura. 

como logré que mi hijo ame la lectura - segunda parte.

Imagen
La segunda pista Cuando por fin tuve terminado el cuarto capitulo y también definido el lugar donde lo ocultaría, pude dejar que Mateo, persiga los mismos pasos que el protagonista -Deic-. Si leyeron los primeros capítulos habrán notado que Deic, despierta desorientado y confuso, cerca de una imponente cascada. Luego de escalar por una gran pared de piedra, llega hasta unas chozas, donde desentierra la primera de las pistas y también es salvado por su amigo Atux,de las garras de un horrible Ñuck (una bestia diseñada para cazar duendes). Esto no fue casual, desde un principio lo escribí pensando en un lugar de esta zona que reúne todas esas características, "La cascada del velo de la nov ia"  Es un hermoso lugar de Ushuaia, al que ya habíamos ido alguna vez. Yo esperaba que Mateo, encontrara las similitudes con el paisaje a medida que avanzaba por las escenas del cuento; y así fue. 

como logré que mi hijo ame la lectura- Tercera parte

Imagen
La tercera etapa fue algo más complicada, mi situación laboral había cambiado y disponía de  mucho menos tiempo. El invierno (que en Ushuaia, es la mayor parte del año) se acercaba muy rápido y me obligaba a improvisar.  La ansiedad que mateo sentía por saber  que había sido de nuestro protagonista, era aún mayor que la de resolver  las pistas del final del capÍtulo. Éso era justo lo que yo quería despertar en él; la ansiedad, el placer de leer, éso. No podía dejar pasar el momento y me puse manos a la obra.  

En Busca del Cementerio.

Imagen
UN TEXTO HOMENAJE AL "CEMENTERIO DE LOS LIBROS OLVIDADOS" DE CARLOS RUIZ ZAFÓN     El viejo corazón de San Telmo está atravesado por la calle Defensa. La calle Defensa, a su vez, está tapizada de innumerables y pintorescos puestos de feria,  tan coloridos, como diversos entre si. La mezcla de aromas a barnices, inciensos y cuero viejo lo impregnan todo. Se mixturan con el dulce rocío de las mañanas y cada día convierten a esas ocho cuadras de feria, en un lugar mágico y perdido en el tiempo. Un increíble lugar que renace cada día con las primeras luces del amanecer y se disuelve en el tibio  resplandor  crepuscular  de cada atardecer.    Víctor Laurense es un librero tan viejo como la feria misma. Es el orgulloso dueño del famoso puesto de libros antiguos y exóticos de la feria, así como también, de uno de los tantos balcones que coronan la feria.   Sentado en su balcón, Víctor cerró con suavidad el libro que tenía entre sus...

El Ritmo Prohibido

Imagen
La bruma vespertina que cubría las  calles de la ciudad, se abrió en tímidos remolinos, cuando Mateo la atravesó a toda velocidad. Sin medias, con las zapatillas mojadas, los cordones desatados y el pijamas a medio abrochar, corría como si algo monstruoso lo persiguiera. Cuando por fin llegó ante las imponentes puertas de madera maciza, aún abrazaba con todas sus fuerzas, aquel viejo libro de duras tapas y hojas tan amarillentas como el tiempo mismo. Le ardían los pulmones, le temblaban las piernas y respiraba con dificultad; estaba exhausto. Sin tiempo para recuperar el aliento, comenzó a azotar frenéticamente la pesada puerta y no se detuvo hasta escuchar el inconfundible chasquido del cerrojo.