El Ritmo Prohibido

La bruma vespertina que cubría las  calles de la ciudad, se abrió en tímidos remolinos, cuando Mateo la atravesó a toda velocidad. Sin medias, con las zapatillas mojadas, los cordones desatados y el pijamas a medio abrochar, corría como si algo monstruoso lo persiguiera. Cuando por fin llegó ante las imponentes puertas de madera maciza, aún abrazaba con todas sus fuerzas, aquel viejo libro de duras tapas y hojas tan amarillentas como el tiempo mismo. Le ardían los pulmones, le temblaban las piernas y respiraba con dificultad; estaba exhausto. Sin tiempo para recuperar el aliento, comenzó a azotar frenéticamente la pesada puerta y no se detuvo hasta escuchar el inconfundible chasquido del cerrojo.
     Cuando por fin la pesada puerta de la biblioteca se abrió, una mano delicada pero desproporcionadamente fuerte sujetó aquel desencajado muchacho y en una fracción de segundo lo escupió a al interior del edificio. Con los nudillos ensangrentados y desparramado sobre el frío suelo de la biblioteca, Mateo observaba asombrado la figura de la enigmática bibliotecaria que a contra luz, se erguía frente a el de una manera espectral y de ensueños. Su nombre era Nancy, y sobre ella circulaban todo tipo de historias. Historias de esas que solo se cuentan entre ratones de biblioteca, soñadores o niños. Había quienes juraban, por ejemplo, que se trataba de una mujer hirsuta y avejentada, que olvidada por todos, vivía en la mismísima biblioteca sin salir jamás de ella. Otros, sin embargo, aseguraban que en realidad no era más que un fantasma, una especie de guardián de viejos libros prohibidos, atesorados en un salón oculto, dentro de la enorme biblioteca y el cual muy pocas personas conocían.

        Fueron, sin embargo, las innumerables horas que Mateo pasaba en la biblioteca, los extraños patrones de búsqueda que realizaba y las atípicas preguntas con las que no pocas veces fastidiaba a los bibliotecarios; lo que llamó la atención de Nancy, y le permitió descubrir el salón de los libros prohibidos. Nancy, era una mujer hermosa, inteligente y de una claridad de pensamiento como nunca antes había visto. La guardiana de aquel rincón secreto de la gran biblioteca, tenía en su mirada una especie de brillo opaco. Como un magnífico lienzo rasgado por la angustia, llena el alma de adioses y ciega de esperanzas la sonrisa. Sin dudas, su belleza era tan triste como hermosa.  Con temblorosas manos Mateo, le ofreció a Nancy el viejo y ahora también ensangrentado libro. Le dijo con apenas un hilo de voz: “Es real y finalmente lo he encontrado! El ritmo prohibido si existe. Es posible escribirlo y la clave está en este libro, Nancy.”



Comentarios

  1. Me gustó la historia. Un saludo. Y por cierto,date un tiempo y pásate por mi blog y comenta.

    jarekgonzalesbarandiaran.blogspot.com

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  2. Muy bueno Koko! Recuerdo haber leído el comienzo. Seguilo, que tiene mucho potencial.

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