como logré que mi hijo ame la lectura- Tercera parte
La tercera etapa fue algo más complicada, mi situación laboral había cambiado y disponía de mucho menos tiempo. El invierno (que en Ushuaia, es la mayor parte del año) se acercaba muy rápido y me obligaba a improvisar.
La ansiedad que mateo sentía por saber que había sido de nuestro protagonista, era aún mayor que la de resolver las pistas del final del capÍtulo. Éso era justo lo que yo quería despertar en él; la ansiedad, el placer de leer, éso. No podía dejar pasar el momento y me puse manos a la obra.
Primero me apresuré a terminar de escribir los capítulos cinco, seis y siete. Los hice maquetar, compre una caja de madera, la pinté para protegerla de la humedad, le compré un pequeño candado, coloqué los capítulos en su interior y finalmente la enterré en la montaña, a unos nueve kilómetros de la ciudad de Ushuaia. Esa mañana, preparé una mochila con un marcador indeleble, tijeras, papel film, manzanas, cuchillo, cordel y me escabullí de casa a las cuatro de la madrugada. De camino a la montaña me crucé con jóvenes que volvían de una noche de fiesta y pensé en lo mucho que cambian las cosas. Una vez en el bosque, tuve la suerte de encontrar el tronco de un viejo árbol y entre sus raíces oculté la caja. Anoté las coordenadas exactas del lugar y emprendí el regreso. Pero aún no podía volver a casa, faltaba preparar la mitad de las pistas. Me dirigí al paseo de las rozas, un espacio verde de la ciudad ubicado justo en frente de la plaza Piedra Buena, y allí, entre sus árboles, oculté las manzanas con las coordenadas. Por ultimo, le llevé la llave del candado y el papel con la pista a mi amigo Claudio. Finalmente, regresé a casa con el desayuno a eso de las 11 de la mañana.
En nuestra ciudad tenemos una plaza llamada Piedra Buena. Es, a mi gusto, la más linda de las plazas de Ushuaia. Se encuentra ubicada justo en frente de un parque recreativo que sirve, entre otras cosas, como lugar de emplazamiento de una de las más antiguas cazas de Ushuaia, la casa Beban. Sobre el lado sur, la plaza tiene un monumento al Comandante Luis Piedra Buena, e inmediatamente por detrás de éste, cuatro enormes anclas que puestas una al lado de la otra; cubren casi todo el ancho de la plaza. Para mi, siempre se trató de cuatro guardianes de acero que custodiaban algo muy, muy secreto. Confiaba en que Mateo, aún recordara aquélla historia pues, decidí usarla para comenzar la búsqueda de las pistas.
Luego del desayuno, tanto Mateo, como su amigo Lionel, se enteraron que Claudio, ya había regresado a Ushuaia. Entonces, fue momento de comenzar con la aventura. De inmediato fuimos asta la casa de mi amigo, éste les entrego la llave y un papel con la siguiente frase impresa: "En un lugar custodiado por gigantes de acero, encontraras la aguja de hueso que apunta al orbe de Newton".
Mateo no tardó en resolver lo de los cuatro guardianes de acero. Una vez en la plaza encontraron el enorme hueso de ballena con forma de aguja y entonces, fueron directo asta donde ésta apuntaba.
Cruzamos la calle hasta llegar a los árboles que parecían señalar el enorme hueso. Los dos niños treparon por entre la ramas del árbol. Fue Lionel, quien vio primero una manzana que colgaba en el interior de la copa de aquel árbol. Una vez en el suelo ambos se dispusieron a examinarla. Cuando retiraron el film que la envolvía, la manzana se partió revelando en su interior un acetato con números, fue Mateo, quien sugirió que se trataba de coordenadas. Lo que sigue es predecible, Llegamos hasta el tronco y entre ambos desenterraron la caja. Al llegar al auto usó la llave para abrir su tesoro recién desenterrado. Encontró los capítulos siguientes.
A esta altura me siento orgulloso de mi trabajo. Mi chiquitín se a terminado varios libros ya, y no deja de recordarnos las sagas con las que planea seguir. Falta la ultima de las pistas, la del talismán partido, la que lo lleva asta Almanza; un pueblo pesquero ubicado a unos 70 kilómetros de Ushuaia. Los capítulos han ido avanzando hasta el numero doce y con ello el estilo de mi escritura. Me causa mucha vergüenza releer lo que escribía por aquellas épocas peor, a escribir se aprende escribiendo, dicen.
Cruzamos la calle hasta llegar a los árboles que parecían señalar el enorme hueso. Los dos niños treparon por entre la ramas del árbol. Fue Lionel, quien vio primero una manzana que colgaba en el interior de la copa de aquel árbol. Una vez en el suelo ambos se dispusieron a examinarla. Cuando retiraron el film que la envolvía, la manzana se partió revelando en su interior un acetato con números, fue Mateo, quien sugirió que se trataba de coordenadas. Lo que sigue es predecible, Llegamos hasta el tronco y entre ambos desenterraron la caja. Al llegar al auto usó la llave para abrir su tesoro recién desenterrado. Encontró los capítulos siguientes.
A esta altura me siento orgulloso de mi trabajo. Mi chiquitín se a terminado varios libros ya, y no deja de recordarnos las sagas con las que planea seguir. Falta la ultima de las pistas, la del talismán partido, la que lo lleva asta Almanza; un pueblo pesquero ubicado a unos 70 kilómetros de Ushuaia. Los capítulos han ido avanzando hasta el numero doce y con ello el estilo de mi escritura. Me causa mucha vergüenza releer lo que escribía por aquellas épocas peor, a escribir se aprende escribiendo, dicen.
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