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Testigos

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Inmutables e inalterables, ellos siempre han estado ahí. La ochava de Córdoba y Maipú, la fuente de la plaza, los escalones, fríos y duros de la iglesia, las farolas amarillentas de la peatonal.  Como testigos silenciosos del tiempo,  me han visto crecer. Han visto crecer a todos. Fueron confidentes de las promesas que mis padres tallaron en algún lugar de la plaza y también, de las intimidades de un sin fin de parejas enamoradas. Atestiguaron robos, progreso y decadencia; destrucción, renovación y decepción.   Me vieron caminar de la mano de mamá y también me vieron llorar por ella. Luego, me vieron presumir esa sonrisa cansada y orgullosa de todo padre.  Seguro que también, me verán pasear de la mano de mis nietos y también prestarán oídos a las historias que les cuente. Historias pequeñas y únicas de mi ciudad; donde ellos, siempre aparecen como taciturnos protagonistas.  Y algún día, quizás escuchen a alguien llorar por mí.

Los guardianes Ocultos de la ciudad

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   Guardianes ocultos en la ciudad.      La esquina de Rivadavia y Formosa aún es dominada por un modesto edificio de tres pisos.  En su pequeño altillo supo vivir hace años, el más dulce y tierno amor, el amor de mis padres. Al evocarlo, lo primero que viene a mi es la mezcla de aromas a café y humedad. La pequeña mesa junto a la destartalada cocina, un fregadero que se limitaba a una sola canilla de agua fría, suspendida sobre una palangana. Todo demasiado junto, apretado, incómodo y amontonado contra el mueble que más lugar ocupaba, la cama de mis padres. Recuerdo los insultos de papá y también las risas contenidas de mamá cada mañana en la que él, se llevaba por delante algún que otro mueble. La pequeña mesa permanecía siempre cubierta de libros, por ese entonces, mamá intentaba terminar sus estudios universitarios. Con todo, los almuerzos, las cenas y las meriendas siempre terminaban sobre la cama. Un viejo televisor

¡Todo de nuevo!

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A quién no le ha sucedido... Era dueña y artífice de sus historias. También, de cada uno de los momentos fueran buenos o malos; de eso no había dudas. En ocasiones, hasta había experimentado esa dulce sensación del orgullo prematuro, del placer y la satisfacción de lo logrado por el mérito propio. Sin embargo, hoy aquí estaba, preguntándose cómo era posible que una sola frase lo cambiara todo. Una frase terrible e implacable y que no dejaba lugar a dudas sobre el inminente desastre. Era como la verdad, dolorosa pero necesaria.. Cerró los ojos para mirar muy profundo y muy lejos. Lo revisó todo con la maestría que solo confiere una larga experiencia. Los abrió con la certeza de que era tan necesario como inevitable. Por un momento intentó resistirse, pero reconoció la necesidad de usar  una intensidad que solamente se logra desde adentro. Ella había sido esclava de la trama desde sus comienzos; ahora debía reescribirlo todo de nuevo, pero primera persona. Deb

La escritora.

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Sus dedos apenas rozaban la pluma, la balanceaban suavemente sobre el terso papel, blanco e inmaculado. Un papel que esperaba con vehemencia, la suave caricia de la tinta. Oía el rumor constante de los diálogos y la agonía de sangre y traición clamando por escapar. Ella, podía sentir en el pecho todo el peso de la trama, pujando por salir a borbotones para disolverse en palabras. Sí, claro que los oía. Conocía a los personajes y también todos los giros internos de sus historias; eran su creación. Sin embargo, prefería esperar paciente: la risa cómplice, la brisa de otoño o el silencio temprano que indicara, sin dudas, el momento perfecto para el comienzo de otra increíble novela .

Paisaje

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Las últimas pinceladas de una tarde de verano me acompañaron por el zigzagueante camino de Traslasierras, Córdoba. Yo me dejaba hipnotizar por la cadencia de sus curvas y contracurvas.  P or la manera única en que la luz definía cada matiz, cada contorno del paisaje. Por el ángulo, los tonos y la intensidad de la luz crepuscular que iba definiendo y contrastando de manera imposible, cada uno de los elementos de aquel escenario. Para cu ando tomé una de las  tantas curvas a la derecha, ya había  comprendido, que no serían uno sin el otro, o al menos no en la misma intensidad. Pero luego, en la siguiente curva  a la izquierda encontré  el exquisito perfil de mi compañera y entonces, todo cuanto me rodeaba pasó a un segundo plano.

Como logré que mi hijo ame la lectura. - primera parte

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Así empezó todo. Quiero contarles una historia. Quiero contarles sobre el loco proyecto que me propuse llevar a cabo. De las ideas iniciales y los resultados finales, los aciertos, los tropiezos y de todo el tejido de historias y misterios que puse en marcha, solo para iniciar a mi hijo en la lectura de una manera divertida. Como padres tenemos la enorme responsabilidad de influir positivamente en nuestros hijos. A menudo debemos tomar decisiones y actuar en consecuencia, esperando que eso sea lo mejor para nuestros pequeños. Desde la educación hasta la música inclusive, pasando por la religión, los deportes y las buenas costumbres; lo que sea que les hagamos llegar en su temprana edad, los formará de un modo u otro. En fin, son muchas la razones por las que conviene que el niño tenga una lectura fluida desde pequeño. Hace cuatro años, cuando Mateo tenía apenas seis añitos, me propuse seriamente la tarea de iniciarlo en el apasionante mundo de la literatura. 

como logré que mi hijo ame la lectura - segunda parte.

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La segunda pista Cuando por fin tuve terminado el cuarto capitulo y también definido el lugar donde lo ocultaría, pude dejar que Mateo, persiga los mismos pasos que el protagonista -Deic-. Si leyeron los primeros capítulos habrán notado que Deic, despierta desorientado y confuso, cerca de una imponente cascada. Luego de escalar por una gran pared de piedra, llega hasta unas chozas, donde desentierra la primera de las pistas y también es salvado por su amigo Atux,de las garras de un horrible Ñuck (una bestia diseñada para cazar duendes). Esto no fue casual, desde un principio lo escribí pensando en un lugar de esta zona que reúne todas esas características, "La cascada del velo de la nov ia"  Es un hermoso lugar de Ushuaia, al que ya habíamos ido alguna vez. Yo esperaba que Mateo, encontrara las similitudes con el paisaje a medida que avanzaba por las escenas del cuento; y así fue.